Nota publicada en el Diario Perfil el 2 de mayo de 2024
Autor: Espacio Colibrí
El bullying o acoso escolar es el maltrato prolongado y sistemático de uno o varios alumnos hacia otro: incluye el insulto verbal, el rechazo social, la intimidación psicológica y/o la violencia física. En los casos de bullying, la víctima puede llegar a experimentar dolor, rechazo, temor, tristeza y depresión; sentimientos que, en muchas ocasiones, pueden derivar en experiencias de aislamiento y/o ideaciones suicidas. En el bullying, además, se da una desigualdad de poder, ya que la víctima siente que no puede defenderse de su acosador, lo que profundiza la sensación de abandono y soledad.
Un estudio realizado por la ONG Bullying Sin Fronteras señala que, en Argentina, siete de cada diez niños, niñas y adolescentes sufren bullying o algún otro tipo de maltrato (cyberbullying), ubicando al país en el cuarto lugar a nivel mundial con 180.000 casos anuales. Las principales causas del acoso tienen que ver con el aspecto físico, el rendimiento escolar y la destreza para los deportes, entre otros. Los efectos de este tipo de violencia suelen ser devastadores. Según el estudio, tres millones de alumnos a nivel mundial se ausentan cada mes en la escuela por esta razón y 200.000 pierden la vida a causa del bullying o cyberbullying.
Uno de los principales problemas que se presentan a la hora de abordar las situaciones de bullying es mirarlo como algo que sucede únicamente entre una víctima y un agresor. Cuando esto ocurre, las intervenciones llegan tarde y no son suficientes, porque solo se atienden los episodios de agresión denunciados (únicamente el 10%), sin ir a sus causas más profundas.
Además, en el intento de ofrecer ayuda a los niños y adolescentes hostigados, muchas veces los adultos caen en la lógica del ojo por ojo (“Si te pegan, devolvé el golpe y así no te molestan más”). Este tipo de respuestas abona el terreno de la agresión con más violencia. Echar fuego al incendio, o solucionar violencia con más violencia, inhibiendo nuevos recursos. Si sostenemos el ojo por ojo, terminaremos todos ciegos, como decía Ghandi.
¿Es posible otra mirada a la hora de abordar el bullying?
Los enfoques más actuales de la salud mental entienden a la persona como parte de un sistema: sus vínculos (mamá, papá, amigos, etc). Desde esta postura, el problema del bullying no se trata simplemente de uno o dos individuos sino de un conjunto de relaciones que está siendo disfuncional y que necesita ser abordado en su totalidad. Al tomar conciencia de esto, aparecerán soluciones más creativas y participativas en las que todos (alumnos, docentes y familias) podrán descubrir su rol para transformar esta realidad.
Recordar que todos estamos conectados, nos permite tomar consciencia de que somos parte de esa red de vínculos; si uno tira, varios lo sienten; si algo se rompe, la misma red queda rasgada. Darnos cuenta de que somos parte, nos ayuda a salir de la pasividad y del juicio observador o de la reacción desprovista de empatía. Solo si nos sabemos parte, podemos involucrarnos y comprometernos con su solución: idear propuestas creativas, consistentes y abarcativas. De este modo, el bullying pasa de ser un problema a una oportunidad. Un llamado a repensar nuestro modo de vincularnos.
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